Los soldados tejieron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y acercándose a él, le decían: “¡Salve, rey de los judíos!”, y le daban bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo: “Mirad, lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa”. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: “He aquí al hombre”. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”. Pilato les dijo: “Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él”. Los judíos le contestaron: “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir porque se ha hecho Hijo de Dios”. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más. Jn 19, 2-8.
Monseñor Giulio Ricci, gran estudioso de la Sábana Santa, a la vista de las heridas múltiples que la reliquia presenta por toda la zona occipital de la cabeza del Hombre, llegó a la conclusión de que éste había sido coronado de espinas, pero no con una corona trenzada en forma de diadema, sino con otra en forma de casco, que le cubriría todo el cráneo, desde la frente a la nuca.
Serían espinas muy duras, que no tuvieran tendencia a romperse y, desde luego, pertenecientes a una planta que permitiera ser tejida.
Hay un arbusto muy común en el área del Mediterráneo que cumple con todas las condiciones señaladas. Se trata del azofaifo o azufaifo (ziziphus jujuba), planta de la familia de las Ramnáceas, caducifolia, que florece en primavera, con ramas numerosas y entrelazadas, que sólo permanecen flexibles en esa estación, precisamente en el momento en que tiene lugar la condena de Jesús de Nazaret. Curiosamente existe un tipo de azofaifo en Palestina al que se denominó spina Christi, pero la variedad que sirvió más probablemente para hacer la corona de espinas fue la de ziziphus jujuba.
La imposición violenta de la corona originó cuantiosas heridas que provocaron un dolor extraordinario, junto a la natural hemorragia. En la frente del Hombre se aprecian distintos regueros de sangre, fruto de la perforación de las espinas.
El más característico es el que tiene forma de 3, que en la Sábana, por tratarse de una mancha por contacto, presenta la forma de la letra griega épsilon (), que es como se le denomina normalmente. Dicha épsilon se formaría, según los estudios forenses, al correr el reguero de sangre sobre los músculos de la frente, flexionados por efecto del dolor.
El rostro del Hombre de la Sábana Santa presenta además cuantiosas magulladuras, fruto de las bofetadas y golpes. Quizá la más notable es la que afectó al ojo derecho, que aparece ostensiblemente inflamado.