San Zoilo, joven reputado entre los cristianos cordobeses, fue apresado con el fin de que renunciara de su fe y sirviese así de ejemplo para el resto de creyentes. No consiguiéndolo, la autoridad romana decidió torturarlo sacándole los riñones por la espalda, momento que es representado. Mientras el verdugo procede a la barbarie, el mártir contempla la venida desde el cielo de un ángel que porta la corona victoriosa y la palma del martirio, símbolos de la Gloria alcanzada.